culpable vecindad

Y despertarme envuelta de un asfixiante sudor que se apoderó de mi aire sin ni siquiera pedirme permiso. Como por arte de magia, me vuelve la consciencia entre un jadeante sonido que me ace mirar de inmediato a mi derecha, pero una vez más confirmo que fue un sueño y no estas a mi lado, pues mi querida amiga realidad me recuerda que por ahora tendré que conformarme con tu cálida voz.

Experimentar voces extrañas o muecas frente al espejo son nuevos hobbys que voy descubriendo para dejar la mente en blanco. Decido inventar un idioma para poder escribir mis pensamientos en las paredes, de manera que sólo yo tenga acceso a ellos, pero descarto mis propios planes porque no soporto la idea de vivir entre cuatro paredes empapeladas de sueños, anhelos, fracasos y falsas esperanzas.

La incansable risa del pájaro loco sigue pagando religiosamente cada mes, mientras yo espero que acabe siendo deudor del aquiler de mi mente para poder echarlo a patadas sin devolverle siquiera la fianza. El vecino de la quinta neurona no cesa de escupir improperios por el balcón manchando con ello el depósito de la valentía. La mosca que vive en el cajón de la esperanza juega a revolcarse entre la mala suerte mientras la envidia vecina observa como la vivienda de los últimos deseos se encuentra cerrada porque sus dueños se fueron de vacaciones.
¿Imposibilidad de dejar la mente en blanco?
Dicen que nada es imposible, pero si te pasas por mi cabeza matarás de un sablazo más de una leyenda urbana.

Quizás el acostarme pensando en ti sea el culpable de los vuelcos de mi corazón a media noche y el despertarme no muy lejos de lo que los antiguos oráculos llamaban trance...