Se encogía entre su propio frío buscando una segunda piel, entre sus huesos, que le hiciese entrar en calor. Se sentó en el banco más cercano, pero la lluvia empapó cada centímetro del asiento, y volvió a levantarse buscando un hueco entre los muros donde no pegase el viento con tanto enfado. Tenía las manos heladas y, con los brazos en cruz, sujetaba con fuerza el libro que estas semanas la acompañaba, para que sus historias no se constipasen y entraran rápidamente en calor.
Tenía ganas de llorar, necesitaba soltar lágrima a lágrima cada uno de los días perdidos, pero el gélido aliento que se escapaba entre sus dientes amarillos no se lo permitian. Los dientes blancos son falsos. El blanco puro no existe.
Tenía la punta de la nariz helada y mientras buscaba entre sus bolsillos el ticket del autobús, pensaba que la soledad era más que un desnudo en blanco y negro.
Lo peor y lo mejor de llorar bajo la lluvia es que tus lágrimas no se pueden distinguir. Tan sólo las diferencias porque siguen siendo igual de gélidas, más aún que el viento que estremece tus huesos.
ResponderEliminarMantas de la abuelita.
ayer leí algo sobre la soledad, un artículo, comencé pero no me sentí capaz de terminar...
ResponderEliminarhabla con desconocidos en el autobús
Con este frío se te congelan hasta las ideas, pero por qué no llorar? las lágrimas son calientes, no vienen mal de vez en cuando... y la soledad sin duda es más que un desnudo en blanco y negro, mucho más...
ResponderEliminarPor eso la lectura. Protegida. De inclemencias y otras. Para viajar con el billete del bus a otras historias, otros mundos.
ResponderEliminarHace frío, cierto. Tapa't que fa fred
Besos
no es necesario en supervivencia llorar, pero... es verdad que lo que quieres es eso? ^^
ResponderEliminarAsí está hoy mi corazón, pero el no tiene brazos para acurrucar bonitos libros :(
ResponderEliminarBesos congelados